definición de la Rae

Desacato. (De desacatar). 1.m. Falta del debido respeto a los superiores. 2.m. Irreverencia para con las cosas sagradas.
La literatura o es desacato o no es nada (creo)

miércoles, 31 de julio de 2013

la solución final en South Dakota


En 1868 se aprueba la 14ª enmienda a la constitución de los Estados unidos, en ella se establece que todos los residentes en el país incluidos los negros son ciudadanos de pleno derecho. Todos menos los  indios. El general Sherman, héroe unionista de la guerra de secesión, había escrito unos años antes lo siguiente: "debemos actuar con firme vengatividad contra los sioux, hasta el exterminio total de hombres, mujeres y niños". La carta estaba dirigida a su superior jerárquico, el general Ulysses S. Grant, futuro presidente de la Unión. La solución final al problema indio acababa de ser, de ese modo, esbozada. El problema para los indios, sin embargo, se llamaba Estados Unidos, capítulo penúltimo de la larga historia de la conquista europea de América. Como en anteriores ocasiones, los indios constituían un obstáculo para la hegemonía de los blancos, y su forma  de vida, basada en la cooperación y una sostenibilidad avant la lettre, un desafío para el capitalismo en expansión. El presidente Grant, el general Sherman y otros próceres norteamericanos se disponían a solucionar este asunto sin mayores miramientos.

La diferencia entre indios y negros es obvia: los negros pueden ser considerados ciudadanos porque no poseen nada, salvo su fuerza de trabajo; los indios, sin embargo, son los legítimos propietarios de millones de hectáreas entre el Missisippi y el Pacífico. La lucha contra ellos no es sino otro momento de desposesión de tierras comunales, de privatización, amparadas por un estado poderoso que pone en este empeño todos sus recursos. Primero los tratados, que se firman con la voluntad consciente de incumplirlos en cuanto sea preciso; luego la guerra económica, que priva a los indios de sus medios de subsistencia. Cuando todo esto no basta, se acude a directamente a la violencia, la cual incluye el asesinato de mujeres, niños y ancianos, población civil no combatiente, daños colaterales olvidables, que este caso abocan a muchas tribus a su total extinción. 

¿Qué son las reservas? Las reservas son campos de concentración y a veces de exterminio. Los indios suelen llegar a ellas tras la firma de tratados manipulados, llenos de letra pequeña. Los indios son ágrafos, se fían de las palabras del gobierno Luego los papeles dicen otra cosa, contienen cláusulas trampa, matices engañosos, enrevesados. Eso también es un choque cultural. Los indios creen en la palabra dada, pero para el gobierno las palabras son un medio más para ejercer el expolio. Llama la atención, sin embargo, la obsesión de los estadounidenses por la firma de tratados, como si quisieran legitimar jurídicamente el robo de las tierras en previsión de demandas futuras. Son tan legalistas como falsarios; no obstante, Estados Unidos es el país donde los abogados son los brujos de la tribu. Los indios llegan a las reservas, pero antes han cedido sus tierras al gobierno, a la colonización, al ferrocarril, a la minas, a la ganadería. Los búfalos, su principal alimento, son exterminados. Los esqueletos tapizan por millares las praderas. Osarios y hambre. Imágenes metafóricas.

En los tratados se garantiza que los indios recibirán en las reservas comida suficiente. Nunca es así. El dinero se queda por el camino, en oscuras oficinas y bolsillos de intermediarios desalmados. Las reservas son una oportunidad de negocio. Mientras las haya, los fondos de Washington no dejarán de fluir. Pero en las reservas se muere y se vive sin dignidad. Los orgullosos pieles rojas se sienten engañados, abandonan entonces las reservas y se dirigen a territorios cada vez más lejanos. El ejército les persigue, se producen escaramuzas. Pero los indios son vulnerables, no tienen retaguardia, cabalgan siempre juntos, guerreros, mujeres, niños y ancianos. No los diezman las batallas, sino el sufrimiento de los más débiles, incapaces de soportar el hambre, el frío y los largos desplazamientos. Hay momentos épicos: la larga marcha de los Nez Percès cruzando las Montañas Rocosas en medio del invierno, intentado llegar a Canadá, sin éxito. O la heroica resistencia de los apaches de Gerónimo, en el sur, 50 hombres contra los ejércitos combinados de México  y Estados Unidos. O la batalla de Little Big Horn, donde la acción conjunta de sioux y cheyenes infringe a los estadounidenses una derrota indigerible. Saltan a la leyenda nombres de guerra. El más bello es Caballo Loco, nunca derrotado en batalla, pero obligado a claudicar para salvar la vida de su gente, asediada por el hambre y el agotamiento. Más tarde sería asesinado a bayonetazos ante su orgullosa negativa a llevar cadenas. Es el símbolo de muchos de los suyos: prefieren la muerte a la esclavitud.

Poco a poco los van arrinconando. Toro Sentado se refugia en Canadá, junto a lo que queda de los sioux oglalas. Tampoco allí les dejan vivir en paz, en prevención de que se constituyan en un ejemplo nocivo. Son expulsados y encerrados en reservas. En un consejo con las autoridades del gobierno, un anciano jefe pregunta: de dónde nace vuestro derecho sobre nosotros. Nadie responde, pero la respuesta es obvia: de la fuerza, de la voluntadad de usarla. Los deseos de Sherman se van cumpliendo. En 1890, 24 años después de haberle expresado sus inquietudes al general Grant, se produce la última fase de la solución final, la matanza de Wounded Knee, en Dakota del Sur. Es pleno invierno, los indios son conducidos a una reserva. A mitad de camino les ordenan entregar la armas. Alguno se niega. Los soldados disparan. Entierran los 300 cadáveres en fosas comunes. Wounded Knee.

Poco antes, Toro Sentado, el último gran jefe sioux, también había sido asesinado. Durante algún tiempo había frecuentado las ciudades del este, enrolado en el popular espectáculo de Bufallo Bill. En una frase había resumido lo que le inspiraba el mundo de los blancos: "el hombre blanco sabe fabricar muchas cosas, pero no sabe distribuirlas".  

 Los que ganan escriben la Historia, o la falsean. Se puede hacer un espéctaculo de la matanza y el expolio. El cine lo ha hecho con los indios (podemos imaginar el justificado escándalo si se hiciera lo mismo con la Shoah). Los indios eran pocos, pobres y no sabían escribir. Lo que sabemos de aquello es testimonio oral de los supervivientes. El cine los presentaba como salvajes inexplicables, violentos sin causa. Escribió Juan Gelman, parafraseando a un jefe indio: "solamente lo mejor que hicieron y solamente lo peor que los indios hicieron el hombre blanco contó". Más tarde habría excepciones. Recordemos a Marlon Brando, Un hombre llamado caballo, Pequeño Gran Hombre, Bailando con lobos. Testimonios blancos, en cualquier caso. Toda una forma de vida fue exterminada. Los indios se convirtieron en espectáculo o juguetes para los niños. Yo tenía una bolsa llena de indios de plástico. La llevaba siempre conmigo. Dormía con ellos. Por supuesto, los perdí. Me gustaría encontrarlos ahora para pedirles perdón, para pedirles a esos indios de plástico que no se rindan nunca.







jueves, 4 de julio de 2013

Indios


El mismo día que a Adelson le ponemos un aeropuerto cuasiprivado en su Eurovegas, al presidente constitucional de Bolivia le hacemos aterrizar en Viena para el control de alcoholemia. Ya se sabe, estos indios se meten de todo y lo mejor es tenerlos controlados, bajarles los humos, ponerlos en su sitio y que vayan aprendiendo modales. Que Europa es una m¡erda ya lo sabíamos, que la mitad de sus dirigentes son unos fascistas engolados se empieza a ver a diario, que además carecen de dignidad y se bajan los pantalones en cuanto se lo piden desde Washington es una evidencia innegable. Los mismos que permitieron los vuelos de la muerte hacia Guantánamo le registran el avión a Morales por si llevase en él a Snowden, un ciudadano modelo que ha osado denunciar los abusos de los poderosos. Ese muchacho debería tener un monumento en el Capitolio, junto a Lincoln, Martin Luther king, Rosa Parks o el soldado Manning, a quien pueden condenar a muerte por haber mostrado al mundo los horrores de la guerra ilegal de Irak, no por haberla empezado ni mantenido. Parece ser que el embajador español en Viena quiso subir al avión de Morales, a tomarse un café con el presidente boliviano y comprobar si allí estaba ese peligroso terrorista Snowden. ¿Quién le ordenó intentar semejante chiste digno del mejor Berlanga? Probablemente un palanganero con ganas de ganar su sitio en la Historia, ser un héroe, colaborar en la detención de un chico asustado. De estar Snowden en ese avión ¿qué habría pasado? ¿Lo habría tomado la caballería? ¿lo habría sometido a sitio, sin agua ni comida ni aire, hasta que los bolivianos lo hubieran entregado? Da asco la arrogancia de esta gente y más, si cabe, la babosa pleitesía de los dirigentes europeos. Parece ser que ya han dejado volar a Morales, y que podrá repostar combustible en Canarias. No iba borracho, es cierto, pero bien está la detención preventiva, para que vayan aprendiendo como nos las gastamos en Europa con los indios listillos.