Hay
sentencias que hielan la sangre como una jauría de perros
asilvestrados, tan puestas en razón como gruñidos. Sin ir muy lejos, la
que se comenta en la noticia enlazada. En ella buscar y conseguir
trabajo, aprender idiomas, son argumentos para negar a una madre la
custodia de su hija. El padre acusa a su exmujer de politizar la
sentencia, de remarcar el tema del catalán como concluyente en el fallo y
de ese modo llamar la atención mediática y victimizarse. Pero no es la
madre quien politiza la sentencia, sino la jueza. Considerar la lengua
como un "escollo" es algo que dice la jueza. La realidad es otra: la
niña se maneja bastante bien en la nueva lengua de allá, lo que
demuestra inequívocamente que su cerebro es más flexible que el de
muchos magistrados. Sí, en este país hay gente con prejuicios en vez de
conexiones neuronales, personas que ven en la realidad plurilingüe del
estado un escollo en vez de una riqueza. El bilingüismo recién adquirido
de la pequeña debería ser un factor a favor de la madre, no en su
contra. La niña no sólo hablará una lengua que se utiliza en un 25% del
territorio español, sino que através de ella tendrá mejor acceso a otras
lenguas como el francés y el italiano. ¿Son estas lenguas un escollo?
¿Lo son el inglés o el alemán o el chino? ¿Debería prohibirse su
enseñanaza, eliminarla de los programas educativos? No, aprender idiomas
es bueno, muy bueno. Salvo que se se trate de una pugna política, esa
que nos ocupa, en cuyo caso es un escollo de terribles consecuencias
para los incautos infantes. Siempre he pensado que en todos los colegios
del estado debería ser obligatoria el aprendizaje de alguna otra de sus
lenguas, asumir ese bilingüismo como una bendición. Si los
nacionalistas españoles amasen a su país, estarían de acuerdo conmigo.
Dirían que sí: si Cataluña es España, la lengua catalana es tan española
como el castellano. Dirían eso. Pero ellos no aman este país (o lo que
sea) tal como es, en su realidad compleja y ardua. Ellos aman una idea
excluyente y al mismo tiempo inmadura.
/sociedad.elpais.com/sociedad/2014/03/21/actualidad/1395416007_957839.html
definición de la Rae
Desacato. (De desacatar). 1.m. Falta del debido respeto a los superiores. 2.m. Irreverencia para con las cosas sagradas.
La literatura o es desacato o no es nada (creo)
La literatura o es desacato o no es nada (creo)
domingo, 23 de marzo de 2014
sábado, 22 de marzo de 2014
Un cuento
Erase una vez un país muy bonito, que lindaba con muchos mares y montañas, obsequiado por dios con reyes buenos, grandes deportistas y cocineros
experimentales. En él reinaban la armonía y la felicidad, de tal modo
que cuando no ganaban un mundial de esto o aquello, inventanban ruidosas
fiestas campechanas amenizadas con orquestas y paellas gigantes. Todo
transcurría siempre así, con esa somnolienta pereza característica de los paraisos hereditarios.
Pero un día la tristeza llegó hasta sus corazones, pues está escrito que no hay dicha que 100 años dure, ni siquiera como consecuencia de una inmensa transición sabia y ejemplar. Así que un día, el buen pueblo se levantó para continuar con sus labores, como todos los días, y entonces se dio cuenta de que los cuentos felices son una burda propaganda de los malos; y que, efectivamente, habían vivido por encima de sus posibilidades, pero no porque hubieran gastado mucho (eso, en general, sólo lo hicieron sus reyes, sus politicos y sus banqueros) sino porque había creído mucho, porque se habían tragado todas las trolas que aquéllos les colaban mientras se llevaban el dinero público a los paraísos realmente existentes, los paraísos fiscales.
Entonces empezaron a pensar que, a lo mejor, habían creido tanto porque les convenía, y que había que empezar a descreer por sistema, aunque eso a veces no les conviniese, o fuese arduo, o triste, al principio.
(Continuará)
Pero un día la tristeza llegó hasta sus corazones, pues está escrito que no hay dicha que 100 años dure, ni siquiera como consecuencia de una inmensa transición sabia y ejemplar. Así que un día, el buen pueblo se levantó para continuar con sus labores, como todos los días, y entonces se dio cuenta de que los cuentos felices son una burda propaganda de los malos; y que, efectivamente, habían vivido por encima de sus posibilidades, pero no porque hubieran gastado mucho (eso, en general, sólo lo hicieron sus reyes, sus politicos y sus banqueros) sino porque había creído mucho, porque se habían tragado todas las trolas que aquéllos les colaban mientras se llevaban el dinero público a los paraísos realmente existentes, los paraísos fiscales.
Entonces empezaron a pensar que, a lo mejor, habían creido tanto porque les convenía, y que había que empezar a descreer por sistema, aunque eso a veces no les conviniese, o fuese arduo, o triste, al principio.
(Continuará)
viernes, 14 de marzo de 2014
Novelas oculistas
Hay al menos dos tipos de
novelistas. Están los que han encontrado una fórmula de éxito que explotan
sin piedad y sin pausa, autoplagiándose continuamente. Luego están aquellos
otros que en cada novela intentan algo distinto. Este es el caso de Reig en Lo que no está escrito (Tusquets 2012), novela que abandona territorios
familiares y exitosos de libros anteriores (el Madrid inundado, el detective
Carlos Clot, la mezcla de novela negra y ciencia ficción) para adentrarse en
otros inseguros, siguiendo ese viejo axioma que apunta a la necesidad de buscar
nuevas formas narrativas para expresar contenidos nuevos. Esa parece haber sido
la decisión de Reig a la hora de abordar esta novela de tacto áspero, desprovista
de las satisfacciones inmediatas que su peculiar sentido del humor otorgaba a
las anteriores; sin personajes a los que agarrarse, puesto que en esta no hay
ninguno que sea atractivo, ni positivo. Tampoco es una novela que se entregue con la misma facilidad. Más bien es
necesario tantearla poco a poco con destornillador y alicates, y de esa modo
calibrar su valía, sopesar sus posibilidades de interpretación, que son muchas.
Y sí, probablemente, estos son los dos asuntos claves de la novela: su
meticulosa construcción y el tema de la interpretación como eje fundamental.
En primer lugar tenemos no una
novela, sino dos. Una novela dentro de la otra, pero íntimamente ligadas, de
tal modo que la lectura paranoica de la 2ª novela por parte de un personaje de
la 1ª es lo que determina la forma que tenemos de leer el conjunto, lo que
desata en éste un mecanismo de thriller. La interpretación aberrante que este
personaje hace del libro que tiene entre las manos no sólo es el recurso
narrativo fundamental del texto, sino también su clave temática, ya que todo lo
que les ocurre a los personajes se debe a problemas de interpretación. Sí, se
interpretan mal, se leen mal, constantemente ven en los otros lo que no está
escrito, tomando sus vidas uno u otro cariz por la incapacidad de interpretar y
comprender con precisión. El problema, seguro, es la incapacidad de interpretar
objetivamente, obviando las urgencias del yo, quien tiende a proyectar sobre
los otros sus miedos, deseos, expectativas, prejuicios, rencores, etc. Y es que
la interpretación, frente a lo que sostenía Susan Sontag en su celebérrimo
panfleto formalista (Against
interpretation, 1966)) conforma de manera decisiva nuestras vidas.
Quien lee se arriesga mucho, se
arriesga a ser cambiado por aquello que lee, a perder identidad, a convertirse
en alguien distinto. La historia de la literatura está llena de personajes de
ese cariz, los más célebres, sin duda, Don Quijote y Emma Bovary. Pero también
la realidad está llena de personajes de esa naturaleza. Y hasta nuestras
civilizaciones se han conformado sobre la lectura de libros, libros mitológicos,
religiosos, a los que los creyentes consideran sagrados, en cuyos renglones,
afirman, se encuentran la palabra de dios y la verdad. Y están también los
textos filosóficos y jurídicos, que determinan de igual manera nuestra forma de
ver y de estar el mundo. Y, por último, están los textos literarios. Uno no
sale indemne después de leer una gran obra literaria. Uno es influenciado por
la lectura y a partir de ahí ve el mundo con ojos nuevos. Y todo esto no es
sino interpretación (a veces leemos lo que no está escrito, y otras, sin
embargo, interpretamos las cosas al pie de la letra, como esas comunidades protestantes
que interpretan la Biblia literalmente, y viven sus vidas y conforman su mundo
de acuerdo a esa lectura excesiva). Nos pasamos la vida interpretando, mirando
las cosas e interpretándolas. Pero los libros cambian nuestra forma de mirar.
Decía Proust que el verdadero escritor es como un oculista, y que al concluir
un tratamiento, que puede ser doloroso, a veces, le dice al paciente: ahora
mire, y el paciente ve repentinamente con claridad.
La cuestión es si nuestros ojos
están enfermos, tanto que nos impidan ver el mundo objetivamente. Si están tan
enfermos que no nos dejen ver lo que está “ahí”, sino lo que nuestra “enfermedad”
nos incita a entrever. Esto es lo que creo que les pasa a los personajes de
esta novela. Están enfermos, sobre todo, de una dolencia que se cura
precisamente leyendo, leyendo con generosidad: la enfermedad del yo, del
egocentrismo, del egoísmo, de la obsesión del yo. El que lee ha de hacerlo con
la condición de estar dispuesto a ser cambiado por aquello que lee, a modificar
su mirada, a sanar sus ojos. Leer
ficciones es ejercitarse en la empatía y, por tanto, aprender a mirar a través
de otros ojos, desde otros lugares, con otras perspectivas. Einstein decía que
la mente que se abre a una nueva idea nunca volverá a su tamaño original. Es
decir, se habrá ensanchado, habrá crecido. Lo mismo pasa con la mirada, con la
lectura. Los ojos que de repente ven bien, no quieren volver a ser miopes. La
persona que ensancha su mundo gracias a otros ojos, no querrá volver a la
estrechez de su perspectiva. Leer, pese a que parece una actividad solitaria,
ensimismada, es en realidad un constante esfuerzo colectivo por interpretar las
cosas correctamente.
Todo escritor aspira a escribir
lo que no está escrito, lo que no ha sido contado antes, lo que nadie había visto antes, lo que a lo mejor
había pasado desapercibido. A mí esta novela de Rafael Reig me ha hecho
comprender que la interpretación de la realidad, y de los textos literarios, y
de otros textos, es uno de los actos decisivos de nuestras vidas. Y que, por
tanto, tenemos que poner en él el máximo cuidado, el máximo respeto y la máxima
generosidad. Y que sólo así podremos conocer lo que nos pasa, a nosotros y a otros,
conocer lo que pasa a nuestro alrededor. Y de ese modo actuar. Y puedo decir
que, después de leer esta novela, me ha pasado lo que a Proust con su oculista:
que veo mejor, y que sé que las novelas definitivamente imprescindibles son las
novelas oculistas.
martes, 4 de marzo de 2014
Ucrania
75 años después, Kiev amanece con pintadas antisemitas en sus muros. No
sabemos quién, sospechamos quién, pero desde Europa alguien ha sido
excesivamente complaciente con los grupos neonazis que han aprovechado
el descontento popular para izar de nuevo la svástica en Ucrania, la
tierra donde empezaron a actuar los Einsatzengruppen, de infame
recuerdo. Al mismo tiempo, mientras se rehúye esa complicidad con la
vertiente más siniestra de la revuelta, el putsch o lo que sea, Obama
amenaza a Rusia con sanciones por violar la legalidad internacional, él
que, en efecto, nadie tiene que ver con los drones asesinos, los
guantánamos asesinos y otras menudencias sin importancia, cosas todas
ellas que al parecer no violan legalidad internacional alguna. Por el
otro lado, Rusia se ha apresurado a invadir de facto la península de
Crimea, alegando peligro para los rusos étnicos que allí viven, como si
las tropas rusas acantonadas en Sebastopol no fueran suficiente
disuasión ante cualquier tentación de progromo. El gobierno oficioso de
Kiev, por su parte, que alberga en sus filas a varios ministros
filonazis, no se corta un pelo y prohíbe el uso de la lengua rusa y de
paso también de otras como la húngara y la rumana, minorías todas ellas
que se tienen que sentir ahora más seguras, reconfortadas y prestas a
entablar diálogo con las nuevas autoridades. Europa, que siempre vela,
como todos sabemos, de forma escrupulosa, por las formalidades
democráticas, enviando observadores a todos los rincones del orbe para
certificar purezas electorales, se apresuró a reconocer a un gobierno no
electo, surgido de la confusa revuelta, cosa que al parecer sí es una
muestra de acatamiento de la legalidad internacional. Aquí, cada uno va a
lo suyo, y cultiva sus obsesiones con esmero. Así pudimos ver al
ministro español de exteriores especialmente preocupado por la
preservación de la unidad territorial de Ucrania, no vaya eso a servir
de ejemplo a los revoltosos catalanes y vascos, quienes pudieran
sentirse tentados de pedir tanques rusos en apoyo de sus obsesiones. Por
último, observadores internacionales hay (o lo que sean) que sostienen
que esta partida de ajedrez tiene más largo alcance y busca finalmente
la desestabilización de Rusia, su desmembramiento en varias entidades
manejables, puesto que Rusia no deja de ser un rico imperio en materias
primas y tierras ajeno a la globalización capitalista dirigida desde
Washington. ¿Y China? ¿Qué dice China de todo esto? Sabemos lo que decía
Isaac Babel de su tierra de nacimiento, Odessa. Hablaba de lo fácil que
es matar a los débiles, de lo fácil que fue matar a su abuelo en el
progromo de 1905, de cómo todo eso al final no importa nada, de que la
historia sigue y seguirá su curso de animal insuficiente y desollado.
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