Todos volvían de su Semana Santa recreativa y yo salía
hacia el Gredos más alto, hacia el Cervunal. Al llegar al Valle del
Tormes ya no había nadie, salvo los de
siempre, ganaderos y hortelanos y algún mastín despistado que hacía como
que cuidaba de un rebaño. También vi lo que sólo queda en estos pueblos
detenidos: un anciano con su boina y su burro cabizbajo, resignados
ambos a trabajos inauditos y a ser la estampa de un mundo perdido.
Remontar los inmensos valles de Gredos y sus cordales rocosos, llenos
de retama. Alcanzar un valle alto que fue en su día sede de un glaciar.
Tomar posesión de un pequeño refugio donde pasar la noche y que alguien
bueno se ocupó de proveer de leña, velas y cerillas. En Gredos hay
muchas de estas cabañas menudas, circulares como las antiguas pallozas
celtas de las que guardan memoria. Cae la noche y me leo en el ebook un
relato de miedo. Mala idea. Ahora cualquier ruido es el avance de un
fantasma. Duermo mal, sí. Amanezco entre una espesa niebla. Todo muy
céltico, pero así no se puede subir a la cumbre llena de nieve. La
niebla y la nieve son una mezcla letal, un puré de patatas en la que te
pierdes al menor despiste. Pero quiero imaginar que quizá un poco más
arriba luzca el sol. Avanzo hacia arriba con esa esperanza, la de
atravesar las nubes. Y, en efecto, de repente aparece un universo
diferente: el sol destella sobre la nieve y perfila nítidamente las
líneas de la montaña.
Hay que subir deprisa porque la niebla también
trepa, viene detrás. Nunca he echado una carrera contra agua
condensada. Mola, pero es cansado, y produce cierta angustia. En la
cumbre veo esto: al norte un mar de nubes precioso y amenazante. Al sur
el macizo central de Gredos, del que ahora formo parte. El Cervunal es
el extremo norte del cordal más elevado de todo el Sistema Central, el
nervio de granito cuyo centro es la Galana y que va detenerse en el
Almazor. Abajo está la laguna cimera, helada. Mucho viento y la niebla
que sube. Así que me largo, no sin antes haber tenido la experiencia
mística del día: un águila refrenado por el viento planea apenas a 6
metros por encima de mi.
Cuatro horas después estoy tomando
cerveza en Hoyos del Espino, viendo la montaña que acabo de subir justo
encima de la espuma prometida. Este es el final ideal de cualquier
montaña: la cerveza y la luz.
definición de la Rae
Desacato. (De desacatar). 1.m. Falta del debido respeto a los superiores. 2.m. Irreverencia para con las cosas sagradas.
La literatura o es desacato o no es nada (creo)
La literatura o es desacato o no es nada (creo)
sábado, 11 de abril de 2015
viernes, 10 de abril de 2015
Nunca un accidente de montaña suscitó tanto interés. Nunca un
gobierno movilizó tantos recursos para rescatar a unos escaladores en un
país extranjero. De hecho, puede que fuese la primera vez. Recuerdo
varios ejemplos en los que el gobierno no hizo nada. Ni nadie se lo
pidió, tampoco. Los montañeros serios que van a países pobres saben que
la mayoría de las veces contarán sólo con sus propios recursos y el de
los medios locales, casi siempre escasos y precarios. Es la ley de
la montaña. En 2009 Oscar Pérez moría en el Latok y la movilización
para acudir en su ayuda fue espectacular. Pero de sus amigos y colegas.
Jordi Tossas, por ejemplo, se lo jugó todo, sin apenas aclimatar, para
subir a los 7000 metros donde estaba Oscar malherido. Había volado desde
los Alpes por sus propios medios. El verano pasado un espeleólogo
español aguardó en Perú la ayuda de sus colegas, no de su gobierno. Lo
sacaron vivo. Parece que en este caso, el hecho de que los accidentados
fuesen policías facilitó la ayuda del ministerio del interior. Nada que
objetar, salvo que si se ayuda a unos, hay que ayudar a todos, so pena
que sospechemos corporativismos y distingos inaceptables. Ahora se acusa
a la gendarmería marroquí de negligencia en el rescate. Puede ser. Pero
hay que recordar que el Atlas es un ámbito de recursos medievales donde
la gente muere de desnutrición y frío. Una gente, los bereberes, tan
hospitalara como pobre y orgullosa. Deberíamos quizá preocuparnos de
eso, y del papel de la diplomacia española en el sostenimiento de una
monarquía anacrónica. Sólo la cochera del monarca tiene más recursos que
toda la sanida pública del Atlas. Si Marruecos fuese un país justo, la
gendarmería podría ayudar mejor a los turistas en apuros. Insisto, un
montañero no debería pedir explicaciones a nadie si las cosas se
tuercen. Eso va en el sueldo. Eso va en esta pasión inútil a la que nos
hemos enganchado. Si la ayuda llega, tanto mejor. Si no llega, es el
precio asumido. El precio de ser pájaro. DEP
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