Esta semana Europa renunció a su humanidad en Italia, cuando taparon el
arte de las estatuas para no molestar a la comitiva iraní. Y renunció a
la moral y a la solidaridad cuando se permitieron muertes fácilmente
evitables en el Egeo. Sólo hizo una cosa bien: defender el vino,
defenderlo ante los ayatolahs. Esas tres cosas (el arte, la solidaridad y
el placer) nos constituyen como seres humanos. Si usted tiene problemas
con los genitales de las estatuas,
hágaselo mirar, vaya al médico, que los hay muy buenos. Si tiene
problemas con el placer y la suave ebriedad del vino en las comidas, en
nombre además de un dios que nadie ha visto, en cuyo nombre usted mata
seres humanos, colgándolos de las grúas, hágaselo mirar, acuda al
psiquiatra, que los hay muy competentes. Y si tiene problemas en salvar a
seres humanos de la guerra, de la humillación y de las aguas tristes
del mar, váyase al espejo y mírese en él, intente descubrir en qué se
ha convertido, y en nombre de qué se ha convertido en eso. Y póngale
remedio rápido, rápido, porque si no estará perdido, muerto, acabado.